El estado de Cachemira ocupa un lugar mítico en la mente de la India. Conocido desde hace mucho tiempo como uno de los lugares con valles montañosos más bellos del mundo, desde fines de la década de 1980 se ha convertido en sinónimo de un conflicto político y sectario que golpea el corazón de la identidad india. Bharat Sikka visitó Cachemira por primera vez en 2013 de vacaciones con su familia. Allí descubrió la novela El colaborador de Mirza Waheed, que cuenta la historia de la lucha un joven de Cachemira consigo mismo, sacudida por las exigencias de la historia y el presente. Esto llevó a Sikka a realizar numerosas visitas a Cachemira entre 2014 y 2015, viajando por la región para fotografiar a las personas que viven allí, para tratar de comprender su dilema a través de su propia experiencia personal.

El núcleo de "Donde las flores aún crecen" son los retratos, predominantemente hombres jóvenes, que fueron fotografiados solos, rodeados de una naturaleza virgen de colosal grandeza, que parece no saber nada de las fronteras nacionales y las rivalidades políticas. Los hombres miran la cámara de Sikka, quien les devuelve la mirada, con el deseo de que estas representaciones ayuden a romper el silencio y  proporcione el millón de palabras necesarias para explicarlo todo. Percibimos una roca específica o un tallo floral dentro de la imagen que parece estar a años luz de distancia tanto del fotógrafo como del sujeto retratado, que implica al espectador, con su propio dilema existencial, al observar la imagen. ¿Dónde se encuentran las preguntas y respuestas en el interior de esta imagen de una mirada atrapada dentro de otra mirada?

Al fusionar los retratos de los hombres de Cachemira con sus paisajes, Sikka se propuso registrar los detalles más personales de sus visitas, capturando no solo los objetos encontrados en las casas sino también los animales muertos, los edificios abandonados y los elementos de la naturaleza. Estos detalles proporcionan una puesta en escena para el proyecto de Sikka, que articula una interpretación más sutil de la región y sus habitantes. Lo que queda es la respuesta emocional del propio Sikka a sus visitas a Cachemira, la evidencia residual de eventos traumáticos y los testigos silenciosos de los trastornos de la historia.